SHORTBUS
Qué me gustan a mí las sesiones golfas para las noches de los sábados. Este fin de semana me fui a ver "Shortbus", esperando una comedia ligera de enredos del tipo "Trick" o "La boda de mi mejor amigo". Pero no. Y mira que tenía todos los ingredientes: una terapeuta sexual que nunca ha tenido un orgasmo (en casa del herrero, cuchillo de palo), un gay insatisfecho (Jamie) que graba toda su vida como carta de despedida para su novio (también Jamie), una ama dominátrix que es contratada para satisfacer los deseos de heteros sumisos, un voyeur enamorado de la pareja de Jamies... y todos mezclados e interelacionados en la ciudad de Nueva York, y más concretamente en en el club Shortbus. Unas fiestas semanales que existen en realidad y que organiza en su piso un tal Justin Bond, que se interpreta a sí mismo en el film, y que son como santuarios de experimentación y libertad, pretendiendo recobrar el espíritu bullicioso de la ciudad pre-Sida y pre-Giuliani y evitar así el aburguesamiento de Nueva York.
Esa sería la trama, pero lo que realmente me gustó es el enfoque del director, John Cameron Mitchell, también director de Hedwig. Pues con esos ingredientes podría salir una pedantería de mucho ciudado (con mucha pretensión y poco contenido, al estilo Closer) o un film cargado de correción política que hable de todo menos de sexo (tipo Sexo en Nueva York, que nunca me ha convencido demasiado). Lo bueno de Shortbus es la visión aboslutamente libre del director: el dogmatismo brilla por su ausencia. Y aunque el argumento tiene algunos puntos débiles pues las historias no tienen un desarrollo muy sólido, ver como van fluyendo las relaciones y los personajes desde una perspectiva desacomplejada y sin prejuicio alguno es todo un lujo. Además, es tremendamente explícita, de una forma tan natural que no da tiempo ni a excitarse. Se agradece algo así después de tantas pelis sobre sexo en que parece que los personajes no tienen ni rabo ni coño o después de tantas otras que enseñan muchas tetas sin venir demasiado a cuento. Y, bueno, también es un aliciente para los falocéntricos (aquí un servidor) que siempre que vemos un actor (bueno, cualquier tío) que nos gusta acabamos imaginando su miembro viril. Y la guinda son las escenas cómicas, muy muy logradas, algunas tremendamente hilarantes. Hay situaciones muy divertidas, petardas y con mala baba (como llamar Jennifer Aniston a la dominátrix o como la pareja que para mejorar su vida sexual decide usar un huevo-vibrador que ella lleva en su chichi y él controla con un mando a distancia) y escenas muy efectivas a nivel visual (el simbólico final o la corrida en un cuadro de Pollock, muy aguda). No soy mucho de recomendar, porque mi criterio es mío y punto y porque muchas veces cuando dices a alguien que está bien un film luego no llega a las expectativas creadas, pero si tienen un rato, no dejen de ver Shortbus, tiene para todos los gustos.
Esa sería la trama, pero lo que realmente me gustó es el enfoque del director, John Cameron Mitchell, también director de Hedwig. Pues con esos ingredientes podría salir una pedantería de mucho ciudado (con mucha pretensión y poco contenido, al estilo Closer) o un film cargado de correción política que hable de todo menos de sexo (tipo Sexo en Nueva York, que nunca me ha convencido demasiado). Lo bueno de Shortbus es la visión aboslutamente libre del director: el dogmatismo brilla por su ausencia. Y aunque el argumento tiene algunos puntos débiles pues las historias no tienen un desarrollo muy sólido, ver como van fluyendo las relaciones y los personajes desde una perspectiva desacomplejada y sin prejuicio alguno es todo un lujo. Además, es tremendamente explícita, de una forma tan natural que no da tiempo ni a excitarse. Se agradece algo así después de tantas pelis sobre sexo en que parece que los personajes no tienen ni rabo ni coño o después de tantas otras que enseñan muchas tetas sin venir demasiado a cuento. Y, bueno, también es un aliciente para los falocéntricos (aquí un servidor) que siempre que vemos un actor (bueno, cualquier tío) que nos gusta acabamos imaginando su miembro viril. Y la guinda son las escenas cómicas, muy muy logradas, algunas tremendamente hilarantes. Hay situaciones muy divertidas, petardas y con mala baba (como llamar Jennifer Aniston a la dominátrix o como la pareja que para mejorar su vida sexual decide usar un huevo-vibrador que ella lleva en su chichi y él controla con un mando a distancia) y escenas muy efectivas a nivel visual (el simbólico final o la corrida en un cuadro de Pollock, muy aguda). No soy mucho de recomendar, porque mi criterio es mío y punto y porque muchas veces cuando dices a alguien que está bien un film luego no llega a las expectativas creadas, pero si tienen un rato, no dejen de ver Shortbus, tiene para todos los gustos.
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