dilluns, de març 12, 2007

ROMA, CITTÀ APERTA

Como Audrey Hepburn y Gregory Peck se quedaron con todo el glamour que podían tener unas vacaciones en Roma, no me queda más remedio que relatar mi paso por la capital del Imperio junto a David, Sonia y Esther basándome en anécdotas, curiosidades y frikadas, que, al fin y al cabo, es lo que con más gracia y cariño se recuerda.
LA CIUDAD
Entre el caos, la suciedad, las prisas y los ruidos, Roma es un museo en sí misma. Sin embargo, se entiende el porqué de la corta duración de los gobiernos italianos. No morir atropellado es toda una heroicidad. Como toda ciudad, tiene sus puntos estrambóticos, como ver a un tío vestido de romano junto al Coliseo hablando por el móvil, poder comprar gafas graduadas en un mercadillo o beber una cerveza, como hizo David, de 13º (con un innegable sabor a vodka). A pesar del atractivo turístico que posee la ciudad, los romanos pasan un poco de los turistas. Un mucho, vaya. Van a su bola y sálvese quien pueda. O eso, o te increpan por la calle, como la señora que se antepuso al chaval que nos estaba indicando una buena pizzería para darnos ella una mejor recomendación. Sea por defecto o por exceso, mala educación.
Pasear por Roma es sencillamente encantador. Yo pasé bastante del rollo turístico, en el sentido de tener objetivos concretos por ver e ir con el mapa arriba y abajo todo el día, y me dediqué más a pasear y a dejarme llevar. La única vez que cogí el mapa, me empeñé en ver la Fontana de las Tortugas; una de las peores iniciativas que he propuesto jamás. Estaba muy escondida y dimos más vueltas que un tonto para llegar a una fuente pequeña y ridícula nada interesante. Sin embargo, la caminata valió la pena, pues descubrimos la zona judía (cosa que emocionó a David) y casi compramos un souvenir judío de la ciudad. Ah, y hablando de turismos, cómo no, japoneses por todas partes. Yo no sé cómo se lo hacen. Lo mejor de ellos eran sus fotos: nos divertimos mucho con sus poses y sus vestidos. Su sentido del ridículo y de la elegancia es completamente distinto al nuestro. Eran modelos auténticos de
Fresh Fruits.
Los locales de Roma no son menos curiosos: desde el resturante del Trastevere con una foto enmarcada de Rich Forester (el actor de "Bellesa i poder") a la típica pastelería familiar atendida por un (post)adolescente que a la mínima que se agobiaba (con trabajos tan duros como ponerle azúcar a unas galletas) tenía que llamar a su "mamma". Gritando desconsolado, obviamente. Como toda ciudad europea, Roma tiene sus locales "regionales": es decir, de otros países. Impactante fue la noche en el pub The Cathedral, un intento de pub inglés que parecía tanto un lugar de reunión de mafias como un caseta de la Feria de abril. Daba miedo, sobretodo porque teníamos que picar a un timbre para entrar y nadie nos abría; hasta que aparecieron unos 3 hooligans con bates de polo. Ya lo sé, pensaréis que qué necesidad había de ir a un sitio así. Pues ninguna, simplemente era lo único abierto cerca de casa y algunas necesidades apremiaban (el lavabo de casa se había atascado, con eso lo digo todo). No obstante, el local más increíble fue el Russian Tea Room que encontramos de camino a la dichosa Fontana de las Tortugas. Describir el lugar y todo lo que sentimos y percibimos ahí dentro no es fácil: se trataba de un saloncito de té muy kitsch y demodé con un aire muy fino y regentado por una rusa siberiana; ahí estuvimos como unas 2 horas tomando té (el mío se llamaba Trojka, el de David San Pietrosburgo), pues eran unas teteras gigantes que daban para más de 4 tazones. Encima, nos encontramos con la típica señorona catalana que nos advirtió que ni se nos ocurriera pedir café, que "la russa us matarà!!!". Un cuadro. Pero un cuadro encantador y muy acogedor.

LAS ITALIANAS Y EL SIGLO XXI
Nos alojamos en el piso de Sonia, que vive con dos chicas italianas, Veronica y Linda, del sur (Sicilia y Bari). Además, durante esos días también había una tercera chica, Gianna, amiga de la casera, Linda. Les dedico un apartado porque convivir con ellas fue una experiencia lisérgica. Encantadoras y grandes anfitrionas, pero raras un rato. Lo primero que nos llegaron fueron sus gritos. Chillan constantemente y arman grandes jaleos para hablar de cualquier chorrada. A mí el primer día me daba miedo entrar en esa cocina. Pero, bueno, me armo de valor, me presento dando la mano (no se estila lo de los dos besos) y se efectúan los saludos y cordialidades de rigor. Por la tarde, paseando, nos cruzamos a las tres chicas por la calle. Iban de compras. La única que las reconoció fue Sonia. Yo vi a tres negras muy recargadas y excesivas donde Sonia vio a sus compañeras de piso. Los algodones desmaquilladores formaban auténticas montañas en las papeleras del cuarto de baño esa noche. Y las consecutivas. No saben salir a comprar el pan sin ponerse todo el maquillaje habido y por haber, sin ninguna medida, ahí el buen gusto se mide por mayor cantidad, no por mejor aplicación. Igualmente nos chocó cuando se quedaron a cuadros y escandalizadas al ver a dos chicos (David et moi) preparando la cena y fregando platos. ¿2007? Entre machismo y prácticas religiosas, parecían ancladas en la España de nuestras madres o, mejor, de nuestras abuelas. Veronica, la más devota, se abstenía de comer chocolate (por el periodo de Cuaresma) como penitencia autoimpuesta; así que le quitó el chocolate en polvo de encima del tiramisú que Sonia preparó.
La reina del viaje fue, sin embargo, Gianna, un personaje inquietante por sus miradas descaradas e incisivas y por afirmaciones del tipo: "No mi piace la musica". ¿Cómo? ¿Hay alguien a quien no le gusta la música en sí misma, como concepto? Gianna nos dijo que trabajaba de esteticista (nadie lo diría) 15 horas al día en su pueblo. Además, ella fue la culpable de que el wc se obstaculizara, y lo más curioso es que era algo de lo que se sentía orgullosa y comentaban cada vez que empezábamos a cenar. Se ve que es bastante habitual la escatología en la mesa. La última de Gianna fue ponerse a llorar al ver a Tiziano Ferro en el Festival de San Remo cantando una balada e irse corriendo a la habitación, seguida de sus amigas que fueron a consolarla. A los cinco minutos, regresa con los ojos llorosos y le dice a Sonia, así porque sí, sin venir a cuento: "¿Por qué no te tiras por la ventana?" Me gustaría encontrar una explicación lógica y/o psicológica para Gianna, pero era demasiado desconcertante, o sencillamente tenía mucho de pava y de pijerío. Total, que de todo eso sacamos que no somos el culo de Europa, se ve que hasta somos los alemanes del sur. Como dijo Sonia, creía que España era un desastre hasta que llegué aquí. No le recomiendo un Erasmus en Grecia, por si acaso.

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1 Comments:

Anonymous Anònim said...

Mafanculo!! No m'havies dit k havies possat la meva foto bevent te i aixecant el dit! És una vergonya, si jo no bec mai te!

El post molt xulo i molt ben escrit. Et felicito sincerament, es nota k te l'has deixat. Has escrit molt però has explicat encara més. No t'has deixat gaires coses en el tinter i això és xungo en un viatge tant intens.

dv. de març 16, 01:41:00 a. m. CET  

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