El concierto mainstream del verano (el año pasado tocó Shakira) ha venido de la mano de una de nuestras diosas de ébano, esto es, Beyoncé. Tuvo lugar el pasado domingo 27 en el Palau Sant Jordi. Yo, para dejarlo claro desde un principio, me lo pasé muy bien: el show me gustó mucho, ella me pareció muy maja y las de los coros (tres albondiguillas embutidas en vestidos negros) aún más. No sé por qué, pero siempre nos fijamos mucho en los coros (la de Shakira nos recordaba a Shaila Dúrcal, la de los Pet Shop Boys parecía una travesti vestida de Monica Green...).
Antes ya de que empezara el concierto (que teloneó el hermano de Farruquito bailando flamenco y una cantante de soul inglesa bastante insufrible), nos sorprendió mucha la elevada media de altura del respetable: acostumbrados a los conciertos en España con mayoría de gente bajita, el hecho que a Beyoncé fueran a verla básicamente guiris y travelos subió esa media a niveles nunca vistos en otro concierto de nuestro país.
Nos habían prometido un espectáculo increíble, pero a simple vista el escenario era de lo más sencillo, negro, con una cortina y ninguna plataforma. Hasta que salió Beyoncé del suelo, se encendieron fuegos artificiales, sonó el "Crazy in love" y se retiró la cortina. Uau! Detrás había una gran plataforma con escaleras donde se colocaban las músicos a distintos niveles. Estéticamente, quedaba perfecto. La iluminación era lo mejor, realmente increíble, pero también se aderezaba con barras que salían del suelo, sillas, un sofá, plataformas diversas y demás añadidos. Además, todas las músicos estaban monísimas, cada una en su estilo. Sí, he dicho las, pues toda la banda estaba formada por chicas: dos teclados, guitarra, bajo, tres vientos, dos baterías, una percusionista, tres coros, seis bailarina y la estrella. Sí, llegamos a contar 20 mujeres encima del escenario. ¿Cómo no nos iba a gustar el concierto?
Duró más de dos horas, incluso alguna salieron medio desmayadas en algún momento. Vimos a dos salir a rastras de sus acompañantes, mareadas como una sopa. Claro, eran bajitas. Beyoncé cantó todas las canciones que pudo y más, muchas de ellas en versiones acortadas, sino hubiéramos estado allí hasta el día siguiente. El repertorio incluía canciones de sus dos álbumes con una sección de canciones de las Destiny's Child (se dejó el "Loose my breath"). Me sobraron, y mucho, las baladas, que cantó demasiado. Lo mejor eran los momentos movidos con esas coreografías tan estudiadas y tan perfectas. Ella no cesó de cantar y bailar, con una energía realmente apabullante, una auténtico terremoto.
Cuando vas a un concierto de este tipo, te tienes que hacer a la idea de que habrá una serie de convencionalismos que vas a tener que aguantar. Esta actitud es básica; de hecho, me parece bastante estúpido el que va para ponerla a parir luego por esos tópicos presentes en todo gran concierto (como, por ejemplo, jalear al público, cosa que ella tampoco hizo en exceso). De hecho, en ella, esos tópicos llegaban a tal extremo en ciertos momentos que se convertían en algo tan kitsch que hasta hacía gracia. Y mencionaré dos ejemplos. Al final de una balada, ella desgañitándose, primer plano de su cara en las megapantallas, de repente le caen dos lágrimas (sí, sólo 2, una por ojo). Luego, al final del concierto, ella se pasea a lo largo y ancho del escenario haciendo formas de corazón con los dedos indíce y pulgar de ambas manos y señalando al público, en plan "I love you so much". Muy fuerte y muy gracioso. Los momentos menos interesantes fueron los virtuosismos de la banda para llenar los cambios de vestuario de Beyoncé o los gorgoritos de ésta (muchos a capella) para demostrar que tiene una gran voz y que sabe cantar. Y sí, tiene una gran voz, pero no nos interesa para nada. Sin embargo, el momento en que la daba la réplica al saxo con la voz tuvo su punto.
El concierto llevaba por título "The Beyoncé Experience". Yo luego soñé con ella. Porque te veías inmerso en una especie de mundo artificial donde Dios era Beyoncé y todo estaba hecho a su imagen y semejanza (sobretodo para su imagen). Su nombre se repetía constantemente en la mayoría de los temas, aparecían imágenes suyas por todas partes y todo, todo, giraba entorno a ella. Mucha egolatría, pero tampoco creo que tengamos que sorprendernos por eso, ya nos gusta que sea así. Lo que falló un poco fueron los estilismos y el maquillaje, que le hacía una cara muy rara, en ciertos momentos daba miedo. Estaba maquillada como una blanca y muy exagerada. Y los vestidos tampoco acababan de brillar, alguno era más bien horroroso (aunque, comparadaos con los de Shakira...). El pelo lo llevaba sencillito, melena rizada al viento, y puede ser que fuera un pelucón.
En fin, un concierto genial, muy movido y cañero en algunos momentos, más lento y pesado en otros (las baladas e intermedios). A mí me encantó, un show americano 100 % (qué bien saben hacerlo, los jodidos). Yo estuve en una especie de burbuja durante un par de días. Qué pena no seguir en ella.
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